Llora, cielo, llora.
Su sinfonía dolía, tanto que empapó al olvido.
Mezclaba la tiniebla con la realidad ahogando mis penas en
almas con abismos infinitos.
Miré al cielo.
Luego me prometí que si algún día me suicidaba, guardaría cada
lágrima en un frasco.
Después, retaría a la lluvia, me burlaría en su cara y le
diría
“¿Pretendes llover y nada dejar?”
Mientras los relámpagos
demuestran su odio al cariño asustando mi calma.
Entonces gritaré:
“¿A eso le llamas
romperse?
Volviendo al instante, seguía la lluvia.
Arrullando a los aturdidos por la soledad.
Les aconsejaba dormir como cual inmortal y deprimirse sin
parar.
Y pienso:
“¿Para deprimirse hace
falta llorar, señora lluvia?
Y sí, al final sí llovió, y puse en reproducción la última
lágrima de mi canción favorita.
Me cansé de competir.
Gracias por llorar conmigo.
Comentarios
Publicar un comentario