Llorar.



Es gracioso y más que nada curioso como nuestro cuerpo responde a una emoción de esa manera.
Es como una especie de necesidad de expresarse, de ser vista y de sentirse.
Esa necesidad de ver que no está en la imaginación, de que el dolor o alegría es real.
Muchas de estas lagrimas pasan al instante, mientras otras siguen sin parar, a veces simplemente nunca paran, tal y como una cascada.
Es hermoso ver como el cuerpo se comunica así y nos permite llegar al punto más importante.
El desahogarse.
Es increíble, porque al final del día, ni una lagrima más o alguna menos te hacen más fuerte o menos débil.
Tan solo te hace un ser humano.
Un ser humano con sentimientos.
Un ser humano real.

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